Keep on running

Ayer empecé de nuevo, por enésima vez. No se trata de dejar de fumar, puesto que no fumo, pero mi historia tiene bastante en común con los fumadores, que lo dejan y lo vuelven a coger de forma cíclica y siempre dicen que esta será la definitiva.

Quizá la culpable sea mi conciencia, que tras un fin de semana de atracones culinarios y grasas a tutiplén me dio una voz de alarma del tipo: "Tío, te has pasado con la chistorra". O quizá el culpable sea mi cerebro, que durante el regreso a casa no hizo más que seguir dando vueltas sobre el mismo tema una y otra vez hasta que dijo: "Basta, hasta aquí hemos llegado". Aunque creo que la culpa la tienen las paredes de mi casa, que se vinieron encima de mi tras dos horas vagueando por casa.

Lo cierto es que me puse las zapatillas, me enfundé esa camiseta vieja, y salí a correr al parque. Me apetecía. Y durante 12 minutos no pensé ni en chistorras, ni en trabajos en Barcelona ni en programaciones televisivas insulsas de domingo por la tarde. Ya sé que estuve poco rato trotando, y los corredores habituales diréis que cualquier niño de 10 años aguanta más que yo, pero me pareció todo una proeza, y volvía a casa con la misma satisfacción que si hubiera recorrido una maratón.
Luego llegó la ducha y el firme propósito de repetir la experiencia al día siguiente, eso sí, aguantando un poquito más.
Ahora el problema que tengo es que enseguida me emociono con cualquier cosa, y ya estoy pensando en comprarme unas zapatillas de "running" acordes (60 €), una camiseta fabricada con material de la NASA de esas que disipa el sudor de forma progresiva (30 €) y un nuevo mp3 que sustituya al estropeado (60 €), con lo que mi nueva intentona en el mundo del atletismo me va a salir por un pico, pero todo sea por la salud....