Tocata y fuga

Músicas y reflexiones por fascículos.

miércoles, octubre 19, 2005

Benito


En el viaje de novios coincidimos con varias parejas muy simpáticas con las que trabamos amistad, y el chico de una de estas parejas era músico.
Es bastante conocido en su ámbito regional y tiene varios discos publicados, lo que le ha hecho viajar por todo el mundo para presentarlos. Desde Islandia a Australia, había recorrido montones de países. Con él podías hablar durante horas de viajes , y su conversación era muy amena.
Nos contó que siempre que viaja, lleva consigo una grabadora de sonidos, porque aparte de las fotos, él guarda recuerdos sonoros de los lugares a donde va. Y así puede recordar cómo sonaban las calles de Nueva York al mediodía, el rumor del Mar Báltico al anochecer, el bullicio de un mercado árabe o el sonido de un banjo en una bar de Nueva Orleans.

Del viaje que realizamos se llevó grabado el canto de unos monjes budistas, el sonido de un armonio hinduísta en una ofrenda nocturna al Ganges, el bullicio de una estación de tren de Varanasi...

Una imagen vale más que mil palabras, ¿pero a cuánto se cotiza el sonido? ¿dos mil?, ¿tres mil palabras?